martes, 17 de julio de 2018

OPINIONES







La bachata era un cuero de barrio que bebía como hombre.
Un gentleman ilusionado se atrevió incursionar su anatomía en bares olvidados… la sacó a bailar, se embriago con ella, se enamoró de ese amor prohibido y se exhibición ante las miradas incrédulas, con ella entre sus brazos.
Nunca le aceptaron ese amor, y que ese cuero fuera dama de sociedad; hasta que el Gentleman se la llevó a sociedades más grandes y exigentes que se rindieron ante ella con furor, por su voz triste e inocente y por sus perversos movimientos de cadera.
Y así se convirtió en la fantasía sexual de los que alguna vez la rechazaron y deseada sin importar clases.
Ese cuero malo, como niña inocente enamoró a los que con no menos ingenuidad se licuaban en su torbellino y pisaba el tapiz que, los que la desterraron besaban.
Todos querían bailar con ella y estrujarse en su cuereraje.
Vivió sus mejores momentos y tiempo después que el gentleman debió seguir también otros horizontes, fue amante de muchos; hasta que su candencia sensual se convirtió en algo común y su voz perdió aquel evocador atractivo.
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Envejecía entre jóvenes amantes que la usaron como en sus viejos tiempos en los antros de mala muerte… sin caricias ni besos, ni palabras lindas al oído. Se le escuchaba pálida entre una orgía de sonidos y tristemente sus arrugas anunciaban su decadencia.
Al cabo del tiempo aquella masa clasista se revolcaba en el fango con todas aquellas que como la bachata sonaban en el ambiente, pero ya no hubo gentleman para que, con el mismo cariño las tomará entre sus brazos, las vistiera y les enseñara los modales necesarios para trascender más allá de lo que somos.

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