El primer vuelo “0” de Dominican Wings (Alas Dominicanas) , a territorio norteamericano, por el Aeropuerto Internacional de Miami, de una nación que tenía ya 22 años sin ver que una aeronave dominicana tocara pista, era técnicamente en las pantallas lumínicas de esta terminal, el vuelo 233, realizado por el Air Bus 320, con capacidad para 180 pasajeros.
Ese vuelo, realizado el pasado fin de semana, tiene una trascendencia que no se llega a reflejar, en los contenidos mediáticos publicados, ya como crónica social o como nota informativa, de un hecho supera el interés empresarial privado.
Víctor Pacheco Méndez, presidente de Dominican Wings, está al frente de un equipo, que cargado de entusiasmo, ha abierto esta ruta comercial y que cuenta también con autorización para volar a Canadá, país en el cual la aprobación estuvo a cargo de la Agencia Canadiense de Transporte Aéreo. Con anterioridad, la empresa fue aprobada por la Agencia Norteamericana de Transporte Aéreo.
En el país, la certificación se extendió por parte de la Instituto Dominicano de Aviación Civil.
El Aeropuerto de Miami, sus principales ejecutivos prepararon sendas ceremonias de recepción y despedida del vuelo.
Joseph Napoli y Luis Rafael Crusier, ejecutivos de la terminal de Miami, saludaron a los ejecutivos de DW y a los invitados que hicieron este memorable vuelo “0”. En la despedida, el bizcocho fue diseñado en base a la bandera dominicana, junto a la imagen de un avión de la aerolínea.
Los organismos especializados a cargo de la aprobación para volar, reconocen la calidad de sus servicios, al contar con un personal de vuelo experimentado y a la supervisión operacional y mantenimiento técnico de acreditadas empresas internacionales, fundamentalmente europeas.
Para que el país ingresara territorio norteamericano – cumpliendo con las numerosas exigencias técnicas e institucionales de Estados Unidos y Canadá, el camino que hubo de ser recorrido, no fue ni sencillo, ni fácil.
Desde despachos oficiales, que no entendían o no deseaban entender la trascendencia del proyecto Dominican Wings Dom, se verificaron muchos rechazos y hasta desplantes, hubo muchas horas de espera en antedespachos para esperar ser recibidos, para que al final no se pudiera ver a nadie que escuchara las buenas nuevas que comportaba para la aeronavegación nacional este proyecto de Alas Dominicanas.
Para decirlo como la gente común “se la ponían en China”, hasta que finalmente el entendimiento abrió las puertas esperadas. La persistencia, la fe en que era posible, el trabajo y la inversión exigente, al final han tenido su carta de éxito.
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