Miguel Guerrero: el papel que desempeña como bocina de poderes extranjeros
MIGUEL MEJIA, dirigente del Movimiento Izquierda Unida (MIU)
Santo Domingo, RD
El diálogo político y las perspectivas de nuevas elecciones han pasado al borde delantero de las noticias que nos llegan desde la Venezuela Bolivariana, en la misma medida que Ucrania, la OTAN y los Estados Unidos van perdiendo su guerra contra la Federación Rusa.
Agreguemos al tablero geopolítico mundial un panorama latinoamericano y caribeño donde es visible la repulsa unánime contra el modelo entreguista neoliberal y las fuerzas de izquierda han venido triunfando en casi todos los procesos electorales.
Por otro lado, la República Popular China se consolida como la primera potencia mundial, se hunden el mundo unipolar y la hegemonía del imperio y crecen los BRICS: esa, y no otra, es la verdad objetiva de nuestro tiempo.
En esa misma proporción, pero en sentido inverso, los perdedores, y muy especialmente el establishment norteamericano, han empezado a lanzar al campo de la batalla geopolítica a los más serviles guerreros de toda laya y condición con la orden de incendiar la pradera, para que del caos renazca el orden que les favorezca, como de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, que atizaron respaldando el ascenso del nazi-fascismo y enfilándolo contra la URSS, brotó su predominio militar, económico y cultural y un orden imperial unipolar. El plan es sencillo: desestabilizar a todas las naciones, sin excepción, incluso las aliadas del imperio, para lograr el renacimiento de una nueva hegemonía, instaurada sobre las ruinas del viejo mundo.
Miguel Guerrero
Peones imperiales
No debe extrañarnos, en consecuencia, que esas órdenes hayan sido también emitidas para movilizar a los peones imperiales dominicanos y que se les haya señalado como blancos de sus diatribas, campañas de mentiras, propaganda burda y manipulaciones, no solo a los políticos y fuerzas progresistas y revolucionarias nacionales, sino también a las fuerzas políticas y sociales, y gobiernos extranjeros que no son serviles al moribundo mandato del gobierno de los Estados Unidos.
Esto explica el arrebato de Miguel Guerrero en el prestigioso diario El Caribe, el pasado 5 de julio, con la publicación de su artículo “Silencio ante los desmanes chavistas”.
La tesis de su texto es elemental y denota las costuras del envuelto prefabricado. Sin tener una desbordante imaginación no es difícil adivinar que la orden debió estar contenida en los talking points de cierta embajada, que es para Guerrero más que amiga, y que no suele dejar espacio a la improvisación entre sus acólitos cuando de ordenar se trata: los legisladores dominicanos -afirma Guerrero- callan ante lo que llama “desmanes del chavismo” y para azuzarlos en la dirección deseada los incita a imaginar su situación, bajo un hipotético régimen totalitario nacional, donde se violen las leyes y la Constitución, se anulen las instituciones, se robe a mansalva y se vuelvan los fusiles contra los legisladores.
La apocalíptica historia de zombies de su autoría está destinada a fomentar el temor entre senadores y diputados ante un futuro terrible, que es como pintan el presente de Venezuela, si no se alistan en la nueva expedición punitiva imperial, si no se suman al acoso contra un pueblo hermano; si no aceptan validar las agresiones diarias contra una nación soberana, cuyo único delito ha sido ser libre y digna, defender sus recursos naturales, y escoger a sus verdaderos amigos.
Aceptemos la lógica retorcida de Guerrero a la hora de diseñar suposiciones e imaginemos, por un momento, el escenario inverso, mucho más realista que el primero, en el cual República Dominicana esté sometida a lo que de verdad está sometida la República Bolivariana de Venezuela, desde hace años.
Imaginemos, por ejemplo, que la USAID financie descaradamente a la oposición al gobierno de turno en nuestro país y lo bloquee, se robe sus activos en el exterior, fomente en su contra magnicidios, subversión y golpes de Estado, -como lo que se ha intentado contra el presidente Constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro Moros-, retenga sus aviones, aprisione a sus diplomáticos, monte campañas tremebundas de mentiras, fake news y calumnias, use a la OEA, su Ministerio de Colonias, en su contra y llene las calles de guarimberos que asesinan, roban y queman vivas a personas.
¿Qué harían, en ese caso hipotético, los legisladores dominicanos, descendientes de restauradores y constitucionalistas?
Guerrero ha despertado, para cumplir la misión imposible asignada, a la palabra desmanes, según la Real Academia de la Lengua, “acción injusta y abusiva que se comete contra una persona causándole un grave daño o perjuicio”, exactamente lo que el imperio ha causado al pueblo de Venezuela y a otros pueblos hermanos, con tal de imponerles su hegemonía o castigar su independencia y dignidad.
Con su texto infame, ha terminado definiendo, con milimétrica exactitud, el papel que él desempeña como bocina de poderes extranjeros, y el daño que hace con ello a su propio pueblo y a sus instituciones.
Peones imperiales
No debe extrañarnos, en consecuencia, que esas órdenes hayan sido también emitidas para movilizar a los peones imperiales dominicanos y que se les haya señalado como blancos de sus diatribas, campañas de mentiras, propaganda burda y manipulaciones, no solo a los políticos y fuerzas progresistas y revolucionarias nacionales, sino también a las fuerzas políticas y sociales, y gobiernos extranjeros que no son serviles al moribundo mandato del gobierno de los Estados Unidos.
Esto explica el arrebato de Miguel Guerrero en el prestigioso diario El Caribe, el pasado 5 de julio, con la publicación de su artículo “Silencio ante los desmanes chavistas”.
La tesis de su texto es elemental y denota las costuras del envuelto prefabricado. Sin tener una desbordante imaginación no es difícil adivinar que la orden debió estar contenida en los talking points de cierta embajada, que es para Guerrero más que amiga, y que no suele dejar espacio a la improvisación entre sus acólitos cuando de ordenar se trata: los legisladores dominicanos -afirma Guerrero- callan ante lo que llama “desmanes del chavismo” y para azuzarlos en la dirección deseada los incita a imaginar su situación, bajo un hipotético régimen totalitario nacional, donde se violen las leyes y la Constitución, se anulen las instituciones, se robe a mansalva y se vuelvan los fusiles contra los legisladores.
La apocalíptica historia de zombies de su autoría está destinada a fomentar el temor entre senadores y diputados ante un futuro terrible, que es como pintan el presente de Venezuela, si no se alistan en la nueva expedición punitiva imperial, si no se suman al acoso contra un pueblo hermano; si no aceptan validar las agresiones diarias contra una nación soberana, cuyo único delito ha sido ser libre y digna, defender sus recursos naturales, y escoger a sus verdaderos amigos.
Aceptemos la lógica retorcida de Guerrero a la hora de diseñar suposiciones e imaginemos, por un momento, el escenario inverso, mucho más realista que el primero, en el cual República Dominicana esté sometida a lo que de verdad está sometida la República Bolivariana de Venezuela, desde hace años.
Imaginemos, por ejemplo, que la USAID financie descaradamente a la oposición al gobierno de turno en nuestro país y lo bloquee, se robe sus activos en el exterior, fomente en su contra magnicidios, subversión y golpes de Estado, -como lo que se ha intentado contra el presidente Constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro Moros-, retenga sus aviones, aprisione a sus diplomáticos, monte campañas tremebundas de mentiras, fake news y calumnias, use a la OEA, su Ministerio de Colonias, en su contra y llene las calles de guarimberos que asesinan, roban y queman vivas a personas.
¿Qué harían, en ese caso hipotético, los legisladores dominicanos, descendientes de restauradores y constitucionalistas?
Guerrero ha despertado, para cumplir la misión imposible asignada, a la palabra desmanes, según la Real Academia de la Lengua, “acción injusta y abusiva que se comete contra una persona causándole un grave daño o perjuicio”, exactamente lo que el imperio ha causado al pueblo de Venezuela y a otros pueblos hermanos, con tal de imponerles su hegemonía o castigar su independencia y dignidad.
Con su texto infame, ha terminado definiendo, con milimétrica exactitud, el papel que él desempeña como bocina de poderes extranjeros, y el daño que hace con ello a su propio pueblo y a sus instituciones.
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