los seis sospechosos de asesinar al candidato presidencial Fernando Villavicencio.
Bogotá, Colombia.
Bogotá, Colombia.
La detención de seis colombianos como sospechosos del asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio muestra que el crimen trasnacional tiene unos tentáculos muy largos que reclutan sicarios y mercenarios capaces de actuar en cualquier parte.
Este crimen trajo a la memoria el magnicidio del presidente haitiano Jovenel Moise, perpetrado el 7 de julio de 2021 por un grupo de 26 mercenarios, entre ellos 18 colombianos, en su mayoría militares retirados, y el asesinato por sicarios del fiscal antimafia paraguayo Marcelo Pecci, el 10 de mayo de 2022 en la isla colombiana de Barú, donde estaba de luna de miel.
La implicación en los tres homicidios de colombianos, aunque en los casos de Moise y de Pecci hay también gente de otras nacionalidades, es según algunos analistas, en cierta forma consecuencia de la abundante "mano de obra" que ha dejado el conflicto armado interno y la lucha contra las drogas, dos guerras que se han prolongado por décadas en el país.
Tambien: Cadena perpetua a uno vinculado en el asesinato de Jovenel Moïse
"Esto no tiene que ver con el hecho de ser colombianos; en la colombianidad no hay nada que justifique la violencia, lo que hay en Colombia es una industria del crimen que está fermentada desde hace mucho tiempo, desde la época de los carteles de la droga en los 80 y a esa industria del crimen ha llegado mucha gente", dijo a EFE el analista Jorge Iván Cuervo, investigador de la Universidad Externado de Colombia.
El narcotráfico creó en los años 80 en Colombia una cultura mafiosa de la cual los sicarios se convirtieron en el brazo armado para la eliminación física de jueces, políticos, periodistas, policías, rivales y todo aquel que supusiera un obstáculo para el negocio, una modalidad criminal que se ha prolongado en el tiempo por el crecimiento de ese problema.
Este crimen trajo a la memoria el magnicidio del presidente haitiano Jovenel Moise, perpetrado el 7 de julio de 2021 por un grupo de 26 mercenarios, entre ellos 18 colombianos, en su mayoría militares retirados, y el asesinato por sicarios del fiscal antimafia paraguayo Marcelo Pecci, el 10 de mayo de 2022 en la isla colombiana de Barú, donde estaba de luna de miel.
La implicación en los tres homicidios de colombianos, aunque en los casos de Moise y de Pecci hay también gente de otras nacionalidades, es según algunos analistas, en cierta forma consecuencia de la abundante "mano de obra" que ha dejado el conflicto armado interno y la lucha contra las drogas, dos guerras que se han prolongado por décadas en el país.
Tambien: Cadena perpetua a uno vinculado en el asesinato de Jovenel Moïse
"Esto no tiene que ver con el hecho de ser colombianos; en la colombianidad no hay nada que justifique la violencia, lo que hay en Colombia es una industria del crimen que está fermentada desde hace mucho tiempo, desde la época de los carteles de la droga en los 80 y a esa industria del crimen ha llegado mucha gente", dijo a EFE el analista Jorge Iván Cuervo, investigador de la Universidad Externado de Colombia.
El narcotráfico creó en los años 80 en Colombia una cultura mafiosa de la cual los sicarios se convirtieron en el brazo armado para la eliminación física de jueces, políticos, periodistas, policías, rivales y todo aquel que supusiera un obstáculo para el negocio, una modalidad criminal que se ha prolongado en el tiempo por el crecimiento de ese problema.
0 comentarios :
Publicar un comentario