Luis Pérez Casanova
El presidente Luis Abinader pasará a la historia como el gobernante dominicano que, sin someterse, ha tenido las más cálidas relaciones con su par de Estados Unidos. El actual mandatario Joe Biden no solo lo ha convocado a todos los eventos importantes sobre la integración y la democracia en la región, sino que lo ha distinguido con un trato amistoso y personalizado.
Pero Abinader, siendo todavía candidato presidencial, cultivó unos excelentes e inauditos vínculos con el entonces Gobierno deDonald Trump, a tal punto que un colaborador cercano como Rudy Giuliani lo asesoró en la elaboración de un plan de seguridad ciudadana. Y la sonora llamada telefónica al presidente Danilo Medina del canciller Mike Pompeo le despejó más el camino para ganar en 2020.
El cuadro pudiera sugerir que a Abinader le daría lo mismo que las elecciones en Estados Unidos las ganase cualquiera, porque sus relaciones son cordiales tanto con el candidato republicano como con la demócrata Kamala Harris. Sin embargo, está más que a la vista que solo con las deportaciones inmigrantes, al margen de la revisión de los tratados comerciales que ha pregonado Trump, el impacto por estos predios no tendría el mismo efecto con la victoria de cualquiera de los dos.
Nunca antes unas elecciones en Estados Unidos habían generado tanto nerviosismo. Hubo una época en que, incluso, se aceptaba que no importaba si el gobernante fuera republicano o demócrata, porque a fin de cuentas la última palabra la tenía el Pentágono o los grupos de poder. Pero ese no es el panorama que se vislumbra de hoy. Trump ha reiterado que de retornar a la Casa Blanca gobernará con mano dura, además de excluir a sus país de organizaciones y acuerdos que han ayudado con el equilibrio de poder y a fortalecer el sistema democrático.
La elevada probabilidad de que el republicano retorne a la Casa Blanca aterroriza a grandes pensadores dentro y fuera de su país, porque ven en él un peligro para la paz y la seguridad en el planeta.
Predica sin ambages el racismo, la xenofobia, la discriminación, el odio, la supremacía y el irrespeto a la Constitución y las leyes. Sus seguidores se han convertido en fanáticos.
Si es Kamala la que se alza con el poder algunas cosas pueden registrar una ligera variación en las relaciones con este país.
Ella, que es más moderada y con otro concepto de los nexos comerciales y diplomáticos, puede presionar, sin meter mucho las narices porque sabe que Abinader defiende la soberanía, sobre el caso haitiano. Pero con Trump, que por demás ha reiterado que gobernará como un dictador, países como República Dominicana tienen obligatoriamente que prepararse para lo peor.
El presidente Luis Abinader pasará a la historia como el gobernante dominicano que, sin someterse, ha tenido las más cálidas relaciones con su par de Estados Unidos. El actual mandatario Joe Biden no solo lo ha convocado a todos los eventos importantes sobre la integración y la democracia en la región, sino que lo ha distinguido con un trato amistoso y personalizado.
Pero Abinader, siendo todavía candidato presidencial, cultivó unos excelentes e inauditos vínculos con el entonces Gobierno deDonald Trump, a tal punto que un colaborador cercano como Rudy Giuliani lo asesoró en la elaboración de un plan de seguridad ciudadana. Y la sonora llamada telefónica al presidente Danilo Medina del canciller Mike Pompeo le despejó más el camino para ganar en 2020.
El cuadro pudiera sugerir que a Abinader le daría lo mismo que las elecciones en Estados Unidos las ganase cualquiera, porque sus relaciones son cordiales tanto con el candidato republicano como con la demócrata Kamala Harris. Sin embargo, está más que a la vista que solo con las deportaciones inmigrantes, al margen de la revisión de los tratados comerciales que ha pregonado Trump, el impacto por estos predios no tendría el mismo efecto con la victoria de cualquiera de los dos.
Nunca antes unas elecciones en Estados Unidos habían generado tanto nerviosismo. Hubo una época en que, incluso, se aceptaba que no importaba si el gobernante fuera republicano o demócrata, porque a fin de cuentas la última palabra la tenía el Pentágono o los grupos de poder. Pero ese no es el panorama que se vislumbra de hoy. Trump ha reiterado que de retornar a la Casa Blanca gobernará con mano dura, además de excluir a sus país de organizaciones y acuerdos que han ayudado con el equilibrio de poder y a fortalecer el sistema democrático.
La elevada probabilidad de que el republicano retorne a la Casa Blanca aterroriza a grandes pensadores dentro y fuera de su país, porque ven en él un peligro para la paz y la seguridad en el planeta.
Predica sin ambages el racismo, la xenofobia, la discriminación, el odio, la supremacía y el irrespeto a la Constitución y las leyes. Sus seguidores se han convertido en fanáticos.
Si es Kamala la que se alza con el poder algunas cosas pueden registrar una ligera variación en las relaciones con este país.
Ella, que es más moderada y con otro concepto de los nexos comerciales y diplomáticos, puede presionar, sin meter mucho las narices porque sabe que Abinader defiende la soberanía, sobre el caso haitiano. Pero con Trump, que por demás ha reiterado que gobernará como un dictador, países como República Dominicana tienen obligatoriamente que prepararse para lo peor.