Y yo creía que sabía
La tarde del viernes 25 de mayo, emprendí, en compañía de personal amigo de Hogares Crea una breve, pero singular visita por dos de los tantos puntos de droga de la capital. Lo que vi, tengo que contarlo.
En primer lugar no sabía en realidad lo que era un punto de drogas. Había creído que era el sitio, una esquina, casa, callejón etc. donde algún microtraficante, solo o acompañado, vendía porciones pequeñas de drogas a una clientela conocida, intermediarios o compradores referidos a ese vendedor por otros consumidores. Estaba grotescamente equivocado. Eso no es lo que aquí se llama un punto de drogas
Llegamos a una esquina, al norte noreste del Puente de las Bicicletas donde tendría lugar una “acción comunitaria” de Hogares Crea. Era todavía temprano en la tarde y en cuestión de minutos mesa, comida y banderola estaban dispuestos mientras asomaban algunos recién llegados. Se habla abiertamente de consumo y se les ofrece albergue y acogida a los que así lo decidan. Una breve explicación, un folleto que se entrega, saludos que se dispensan antes de proceder a la parte central de la actividad. El aspecto de concurrentes y recién llegados delataba, en su expresión de desamparo, en los andrajos que los visten y en el olor que los acompaña, mas que la pobreza que sufren, los estragos del consumo que los agobia.
Entonces, acogiendo señas en mi dirección acompaño a personal del Programa y entramos por un callejón angosto y breve. A mano derecha, un salón oscuro, pequeño y sin muebles alberga a unos 20 hombres y mujeres sentados sobre el piso y recostada la espalda contra la pared. Algunos preparan papel y yerba, otros mezclan polvo blanco sobre menudas piezas de papel, los hay que fuman y sueltan el humo displicentes, como saboreándolo y uno que otro parece aturdido y con la cabeza recostada sobre el hombro. El olor a gente y promiscuidad me da de golpe en la cara y me trae de regreso a la prisión cuando, años atrás, me tocó pasar por ella.
Mas adelante, en el mismo pasillo y subiendo dos escalones otro salón mas grande y mejor iluminado. Cuatro personas juegan sobre el suelo, algunos pocos están de pie pero la mayoría fuma o se entrega a la ensoñación y se nota claramente que todos están acostumbrados. Mis acompañantes saludan a varios conocidos por sus nombres y está claro que tienen dominio de la situación que tras una estancia breve abandonamos porque nos han dejado entrar pero no se agradece que permanezcamos allí así que salimos de nuevo a la calle. Varios han comido pero con poca prisa, como si ni hambre tuvieran. Algunos curiosos pululan, pero se sabe que son habituales. En la azotea de la casa de la esquina dos hombres que son vendedores y afuera, en la calle, también reconocen otra vendedora así como varios tipos que desde el principio han estado allí: “son los deliveries” me explican. Entre unos y otros, dentro y fuera, al menos 45 personas o si se quiere, lo que queda de ellas.
Hay una segunda visita me avisan y esta vez se trata de un lugar absolutamente increíble en la Paris. Ya queda poca comida para repartir pero igual, preparan el escenario y a mi me muestran una edificación. “totalmente ocupada como punto de drogas” me aclaran. Esta es mas peligrosa y grande que la anterior y hay que subir al segundo piso. Al final del primer tramo de escalera varios hombres controlan entrada y salida. Apenas puedo asomarme al pasillo y ver una parte, pequeña de aquel antro cuando recibimos orden de bajar las escaleras de nuevo. No esperamos a que se repita la orden y bajamos. Desde fuera, entran y salen usuarios,. El aspecto los delata. Algunos entran con las mercancías que venden en las esquinas como limpiavidrios de autos, chucherías o accesorios. Algo me dice que no somos particularmente bienvenidos y entonces alguien desde el tercer piso saca medio cuerpo, saluda y a seguidas baja hasta nosotros. Es el dueño del punto. Es un tipo de tez clara, delgado pero fuerte, tiene varias cicatrices y no me cabe duda de la autoridad que ejerce. Saluda e indaga; “que bueno, está bien la visita pero para subir será mejor en otra ocasión”.
Entonces me alimentan con algunos datos: -En el primer punto “rompen” un kilo diario- afirma J. Y me parece una exageración, pero no lo es, me aseguran. Del segundo me cuentan que no es extraño ver algunos usuarios salir moribundos. En la calle un conocido pide dinero. Otro promete acogerse al programa. Un tercero muestra como se ha quedado sin carnes, es puro hueso y confiesa que es el crack que lo tiene así y promete cambiar pero todos sabemos que no lo hará. Entre un punto y otro, me ilustran sobre los otros lugares dentro de la misma zona que funcionan como puntos. Me doy cuenta entonces y solo entonces que las estadísticas y los datos oficiales solamente confunden. Tantos miles de personas usando drogas, tantos lugares usados como punto de drogas, tantos funcionarios o batidas, o incautaciones o permisos o enfrentamientos no dicen ni cuentan la mitad de esta historia.
Ya le había confesado a los de Hogares Crea que solamente en películas había visto escenas parecidas y no es que no hubiera presenciado en Europa y otros lugares; gente inyectándose, fumando, oliendo etc. es que cuando vas al lugar, cuando te enteras de la rutina, cuando ves la gente, la naturalidad con que todo acontece, la escala a la que diariamente sucede te das cuenta de que se trata de algo que ha llegado demasiado lejos. Si los que detentan el poder nos han despojado del amparo de la educación, la salud y la ley que al menos parcialmente tuvimos alguna vez, si nos han convertido de ciudadanos que fuimos en los consumidores que somos tenemos todavía que descender a este otro nivel para percatarnos de que, donde algunas vez fermentó la esperanza de redención revolucionaria hoy solamente puede encontrarse una humanidad entregada al sueño breve, a la ilusión larga, a la desesperanza eterna que se conjura con humo gris y polvo blanco. Entonces ha llegado el momento de recordar a Pedro Mir y después de ese momento viviremos el próximo y que ya se asoma: la barbarie.
La tarde del viernes 25 de mayo, emprendí, en compañía de personal amigo de Hogares Crea una breve, pero singular visita por dos de los tantos puntos de droga de la capital. Lo que vi, tengo que contarlo.
En primer lugar no sabía en realidad lo que era un punto de drogas. Había creído que era el sitio, una esquina, casa, callejón etc. donde algún microtraficante, solo o acompañado, vendía porciones pequeñas de drogas a una clientela conocida, intermediarios o compradores referidos a ese vendedor por otros consumidores. Estaba grotescamente equivocado. Eso no es lo que aquí se llama un punto de drogas
Llegamos a una esquina, al norte noreste del Puente de las Bicicletas donde tendría lugar una “acción comunitaria” de Hogares Crea. Era todavía temprano en la tarde y en cuestión de minutos mesa, comida y banderola estaban dispuestos mientras asomaban algunos recién llegados. Se habla abiertamente de consumo y se les ofrece albergue y acogida a los que así lo decidan. Una breve explicación, un folleto que se entrega, saludos que se dispensan antes de proceder a la parte central de la actividad. El aspecto de concurrentes y recién llegados delataba, en su expresión de desamparo, en los andrajos que los visten y en el olor que los acompaña, mas que la pobreza que sufren, los estragos del consumo que los agobia.
Entonces, acogiendo señas en mi dirección acompaño a personal del Programa y entramos por un callejón angosto y breve. A mano derecha, un salón oscuro, pequeño y sin muebles alberga a unos 20 hombres y mujeres sentados sobre el piso y recostada la espalda contra la pared. Algunos preparan papel y yerba, otros mezclan polvo blanco sobre menudas piezas de papel, los hay que fuman y sueltan el humo displicentes, como saboreándolo y uno que otro parece aturdido y con la cabeza recostada sobre el hombro. El olor a gente y promiscuidad me da de golpe en la cara y me trae de regreso a la prisión cuando, años atrás, me tocó pasar por ella.
Mas adelante, en el mismo pasillo y subiendo dos escalones otro salón mas grande y mejor iluminado. Cuatro personas juegan sobre el suelo, algunos pocos están de pie pero la mayoría fuma o se entrega a la ensoñación y se nota claramente que todos están acostumbrados. Mis acompañantes saludan a varios conocidos por sus nombres y está claro que tienen dominio de la situación que tras una estancia breve abandonamos porque nos han dejado entrar pero no se agradece que permanezcamos allí así que salimos de nuevo a la calle. Varios han comido pero con poca prisa, como si ni hambre tuvieran. Algunos curiosos pululan, pero se sabe que son habituales. En la azotea de la casa de la esquina dos hombres que son vendedores y afuera, en la calle, también reconocen otra vendedora así como varios tipos que desde el principio han estado allí: “son los deliveries” me explican. Entre unos y otros, dentro y fuera, al menos 45 personas o si se quiere, lo que queda de ellas.
Hay una segunda visita me avisan y esta vez se trata de un lugar absolutamente increíble en la Paris. Ya queda poca comida para repartir pero igual, preparan el escenario y a mi me muestran una edificación. “totalmente ocupada como punto de drogas” me aclaran. Esta es mas peligrosa y grande que la anterior y hay que subir al segundo piso. Al final del primer tramo de escalera varios hombres controlan entrada y salida. Apenas puedo asomarme al pasillo y ver una parte, pequeña de aquel antro cuando recibimos orden de bajar las escaleras de nuevo. No esperamos a que se repita la orden y bajamos. Desde fuera, entran y salen usuarios,. El aspecto los delata. Algunos entran con las mercancías que venden en las esquinas como limpiavidrios de autos, chucherías o accesorios. Algo me dice que no somos particularmente bienvenidos y entonces alguien desde el tercer piso saca medio cuerpo, saluda y a seguidas baja hasta nosotros. Es el dueño del punto. Es un tipo de tez clara, delgado pero fuerte, tiene varias cicatrices y no me cabe duda de la autoridad que ejerce. Saluda e indaga; “que bueno, está bien la visita pero para subir será mejor en otra ocasión”.
Entonces me alimentan con algunos datos: -En el primer punto “rompen” un kilo diario- afirma J. Y me parece una exageración, pero no lo es, me aseguran. Del segundo me cuentan que no es extraño ver algunos usuarios salir moribundos. En la calle un conocido pide dinero. Otro promete acogerse al programa. Un tercero muestra como se ha quedado sin carnes, es puro hueso y confiesa que es el crack que lo tiene así y promete cambiar pero todos sabemos que no lo hará. Entre un punto y otro, me ilustran sobre los otros lugares dentro de la misma zona que funcionan como puntos. Me doy cuenta entonces y solo entonces que las estadísticas y los datos oficiales solamente confunden. Tantos miles de personas usando drogas, tantos lugares usados como punto de drogas, tantos funcionarios o batidas, o incautaciones o permisos o enfrentamientos no dicen ni cuentan la mitad de esta historia.
Ya le había confesado a los de Hogares Crea que solamente en películas había visto escenas parecidas y no es que no hubiera presenciado en Europa y otros lugares; gente inyectándose, fumando, oliendo etc. es que cuando vas al lugar, cuando te enteras de la rutina, cuando ves la gente, la naturalidad con que todo acontece, la escala a la que diariamente sucede te das cuenta de que se trata de algo que ha llegado demasiado lejos. Si los que detentan el poder nos han despojado del amparo de la educación, la salud y la ley que al menos parcialmente tuvimos alguna vez, si nos han convertido de ciudadanos que fuimos en los consumidores que somos tenemos todavía que descender a este otro nivel para percatarnos de que, donde algunas vez fermentó la esperanza de redención revolucionaria hoy solamente puede encontrarse una humanidad entregada al sueño breve, a la ilusión larga, a la desesperanza eterna que se conjura con humo gris y polvo blanco. Entonces ha llegado el momento de recordar a Pedro Mir y después de ese momento viviremos el próximo y que ya se asoma: la barbarie.
De los 3 brazos a Puntarena de Los Corbanitos
JOSÉ DE POOL DOMINICI Empresario y político.
De la Era de Trujillo, el país heredó 52 empresas y una que otras propiedades que estuvieron en manos del Dictador y/o de familiares que, a la hora de la caída del régimen tiránico, tuvieron que abandonar el país.
Esas empresas y las propiedades ‘menudas’ localizadas por las nuevas autoridades, pasaron al Estado, el que, a su vez, en procura de darle un manejo adecuado, que nunca resultó como tal, creó una dependencia bajo la cual las colocaría.
Como las cosas no marcharon como se previó en principio, la Corporación Dominicana de Empresas Estatales (Corde) se vió en la imperiosa necesidad de desembarazarse de aquel emporio empresarial, y de ese modo fueron pasando al sector privado, bajo la condición de independencia que la Ley dio a Corde.
Entre las empresas más conocidas, de las que ya no queda ni rastro, figuraron las empresas Atlas Comercial Compañía, C. por A., Compañía Anónima Tabacalera, C. por A., Compañía de Seguros San Rafael, C. por A., Compañía Dominicana de Aviación, C. por A., Chocolatera Industrial., Dominicana Industrial de Calzados, Fábrica de Aceites Vegetales, Fábrica Dominicana de Baterías, C. por A., Fábrica de Clavos Enriquillo, Fábrica Dominicana de Cemento, C. por A., Fábrica de Sacos y Cordelerías, C. por A. Industria Nacional del Papel, C. por A., Industria Nacional del Vidrio, C. por A., Marmolería Nacional, C. por A., Molinos Dominicanos, C. por A., Molinos del Norte., Minas de Sal y Yeso, Pinturas Dominicanas, C. por A., Planta de Recauchado. Refinería de Sal, Sociedad Inmobiliaria, C. por A., Tecnometal, C. por A., Tenería FA-2, C. por A., Textil Los Mina, posterior Tejidos Antillanos, C. por A, Caribbean o Dominican Motors.
De ese puñado de empresas, muy poco o nada se sabe de cómo pasaron al sector privado, cuáles beneficios obtuvo el Estado y otros etcétera que se traen a colación cuando de por medio se verifican intereses ocultos bajo las alfombras del poder económico, de la clase gobernante, que no siempre es la dirigente.
De las menos conocidas, pero que en los últimos 18 meses han tenido connotación pública, al punto de que parecerían conocidas de toda la vida, figuran los terrenos que la empresa CORDE tenía en el sector denominado Los Tres Brazos, que por efecto de daños causados por el ciclón David en sectores habitados por gente de muy escasos recursos económicos, la gente ocupó y con el tiempo comenzó a construir viviendas, muchas de las cuales fueron edificadas por gente que nunca jamás vivió en el sector, pero que vio la oportunidad de hacer negocio y, como tal, levantaron las necesarias para su alquiler. Otras fueron edificadas por empresas que se instalaron sin más ni más, y a las que, por efecto de desidia, el Estado nunca reclamó su regularización, como sería la venta de terrenos, pago de impuestos por construcción y adquisición de títulos de propiedad.
Esos Tres Brazos (El sector más impactado por banca solidaria) tienen ahora una población que sobrepasa los 80,000 habitantes, con escuelas, iglesias, bancas de apuestas, fábricas de todo tipo y, en fin, se constituyó en todo un sector asentado sobre terrenos que, en realidad, fueron herencia de aquel fardo de propiedades que el Estado dominicano recibió a la caída de la tiranía de Trujillo.
La situación de legalidad que se presentó en una determinada coyuntura, aprovechada por el gobierno para complacer demandas de grupos populares que procuran las simpatías de gente “pobre”, es bastante conocida. Se ha paralizado toda una empresa de libre comercio, se ha atentado contra esa libertad empresarial que se cacarea en la Constitución de la República, y en los tribunales no se encuentra cómo dar salida a una situación que tiene mucho de politiquería.
Eso es conocido ya por todo el mundo. Es mucho lo que se ha cacareado sobre Los Tres Brazos, por lo que no es necesario llover sobre lo que está suficientemente empapado.
Iniciamos citando la herencia económica de Trujillo y su familia; al Estado dominicano como el favorecido de la tal herencia y la creación de CORDE como empresa a cargo de dar protección y continuidad a las 50 y tantas empresas, todas rentables, pero que, se hizo evidente, no hubo capacidad gerencial para mantenerlas a flote, por lo que se hizo necesario pasarlas a manos del sector privado.
Entonces nos surge una pregunta. ¿Eran Los Tres Brazos el último feudo heredado por el Estado dominicano, y que a poco de que unas empresas negociaron sobre los terrenos se convirtiera en piedra de escándalo y, en la creencia de algunos estrategas del gobierno, en tabla de salvación ante los negros nubarrones que amenazaban con desbordar las aguas de la corrupción que se despeñaban bajo el nombre de Odebrecht? No. Y aquí vamos al grano.
Los Corbanitos, una de esas propiedades de Trujillo, podría tener ocultos en sus entrañas hilo que conduzcan a una situación muy parecida a Los Tres Brazos, en donde el gobierno ha cuestionado la legalidad de la venta de sus terrenos.
Los Corbanitos, rebautizado por obra del desarrollo turístico como “Puntarena”, podría dar dolores de cabeza a los afamados propulsores del turismo que se manifiesta en el este del país, principalmente en lo que se conoce como Punta Cana, una zona que se asocia al nombre de un empresario exitoso, un auténtico desarrollador, visionario, que ahora se apresta a enfilar sus cañones hacia la zona sur del país teniendo en mente, –a lo mejor, él no lo ha dicho–, aquel filón llamado Bahía de las Águilas.
Ha sido iniciada una prometedora tarea turística en Los Corbanitos, dándosele el sugestivamente mercadológico nombre de Puntarena. No se ha profundizado en el origen del ahora nombrado Puntarena. El empresariado y compartes deberían hacer las investigaciones procedentes, antes de comenzar a desembolsar parte de lo bien ganado de un proyecto que ha colocado a República Dominicana en el mapa del turismo mundial, y que ojalá así aconteciera con Los Corbanitos, siempre que no haya que salvar difíciles obstáculos legales por el origen de este como parte de la herencia de un Trujillo que a muchas décadas de su desaparición sigue gravitando sobre el destino de lo que fueron sus empresas.
Dicho todo esto, nos confesamos solidarios con esos empresarios, porque el Sur bien merece que se le ponga atención; que sus bellezas sean preservadas y desarrolladas para bien de sus habitantes y, en fin, para bienestar general del país. Nos mantendremos atentos a su desenvolvimiento, que esperamos no sean lo que los Tres Brazos han sido para empresarios que, de buena fe, han estado laborando profesionalmente durante más de 40 años, y que ahora sufren las consecuencias de un Estado que no ha mostrado su preocupación por proteger lo que constitucionalmente está obligado en cuanto a la protección de la libre empresa.