jueves, 25 de enero de 2018

OPINIONES:


¿Por qué yo odio a Leonel Fernández?

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                                      Comunicador. Reside en Baltimore, Maryland.
Hay un sentimiento inexplicable en el ser humano, este sentimiento es lo que sentimos cuando en la escuela un compañerito nos caía mal sin saber por qué. Ya de adultos, este sentimiento se traduce a la envidia, resentimiento y en muchas ocasiones al odio.    Este último sentimiento es el que hoy les confieso  siento por Leonel.
Yo odio a Leonel Fernández porque no le perdono que siendo un muchacho de barrio, llámese Villa Juana o Manhattan, haya sido elegido por las dos columnas de la política Dominicana: el presidente de turno Dr. Joaquín Balaguer y el ex-presidente y fundador de dos de los tres grandes partidos políticos en la República Dominicana; el Prof. Juan Bosch. Creados para dirigir el destino de la nación.
¿Qué vieron en él que no vieron en los demás? ¿Por qué depositaron su confianza y la tranquilidad que da el retiro del escenario político, a este joven que no era conocido ni por los quinieleros del barrio Cristo Rey?
Lo odio porque en el momento más inestable de la historia moderna Dominicana (1996), entra a dirigir un país sin ningún tipo de experiencia gubernamental, como tampoco lo tenían ningúnos de los miembros de su gabinete. Sin embargo, en meses, nos sacó del susto con su forma llana pero firme.
Los cambios en la infractutura del país fueron palpables. Yo odié con pasión los tapones que causaban la construcción de túneles, puentes, carreteras, caminos vecinales y demás actos que este recién llegado se atrevía a hacer, sin pensar en que “mal parados” dejaba a los viejos roles de la política, muchos de los cuales, dentro y fuera de su entorno, apostaban a su fracaso, pero que equivocados estaban.
¡No quiero saber ni en pintura de Leonel! Pues, cómo es posible que con unos números de popularidad por las nubes, un candidato oficial nati-muerto, este líder respete las reglas del juego y no cambie la constitución, como es costumbre hasta los días de hoy, para su continuidad en el poder.
Detesto con locura a Leonel Fernández, quien como un niño travieso e insolente en la orilla de la playa, había pisado con sus torpes pies un hermoso castillo de arena construido con el sudor del artista y el apoyo de sus seguidores. Una vez terminado el oscuro período presidencial del PRD 2000-2004, el pueblo Dominicano lo elige otra vez, con la diferencia que ningún “Viejo” lo mandó a votar por él; ellos votaron por Leonel y él revivió un país que ya estaba agonizando   cual paciente en cuidados intensivos; él le devolvió la vida.
Fuimos tantos los que le odiamos, que para que ver si se fuñía lo reelegimos otra vez en el 2008, pues pensábamos que había tenido suerte, que “doña chepa” lo había acompañado, que no importaba como la economía Dominicana había crecido, al punto que ya la inversión extranjera era visible en el desayuno que nos comíamos en Mcdonals, en los muebles que comprábamos en IKEA o en cual quiera de los grandes centros comerciales en todo el país.
No valieron las maldiciones que le eché, ni las brujerías que le mandé a hacer con cierto amigo de San Juan de La Maguana. Cuando pensé que ya había hecho todo lo posible, el muy descarado entonces viene y alivia el bolsillo de millones de personas y les hace un metro, a la altura de los países desarrollados.
Yo odio a Leonel, porque increíblemente no aprendió la lección del egoísmo y la avaricia del poder y en el 2012 vuelve a respetar como ningún otro nuestra constitución, a pesar del reclamo popular y los malos consejos de sus amigos, ya borrachos de poder; este señor se atreve a ir nuevamente en contra de lo que por siglos se había hecho costumbre, que era cambiar las reglas del juego cuando al otro le toca batear. Con la excepción de que él entendía que ese tipo de acciones ejecutivas nos podría llevar al abismo.
Odio al Sr. Fernández porque el apego a sus convicciones, le hacen obtenerse de la contienda presidencial de ese año, aún a sabiendas que la tormenta blanca del PRD azotaba con más fuerza que nunca. Dichas ráfagas de viento no dejaban avanzar al candidato oficial, es entonces cuando este muchacho de Villa Juana con el pensamiento de Bosch en su cabeza: “servir al partido para servir al pueblo”, se integra para lograr lo casi imposible: recuperarse de una desventaja de preferencia electoral de 22 por ciento en menos de cinco meses.
Sólo cuando su pueblo le ve en las calles, es alcanzada dicha proeza.
A este corazón negro y a mi alma oscura, se le hace imposible entender cómo él perdona a los que le traicionan y se venden al mejor postor; pues yo sólo conozco el odio, no entiendo su forma de sacrificar su ego, no entiendo su forma de sumar y nunca restar, no sé cómo hace para nunca, óigase bien, nunca odiar.  Yo por mi parte lo odiaré en el 2020 y si Dios lo permite, lo odiaré más en el 2024.


El PRM hacia una osada renovación

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                                                              Periodista. 
El PRM se encamina a una osada renovación  que marcará  un antes y un después. De conseguirlo, el Partido Revolucionario Moderno habrá contribuido a  fortalecer sus estructuras y proyecto de poder. También, habrá revolucionado nuestro anquilosado sistema de partidos.  Grandes y pequeños están, cada uno,  a merced de una dirigencia que se asume como dueña absoluta.
Pensar en cambios en el PLD es una utopía. El asunto es peor en los medianos y los llamados emergentes, más bien dependientes.  Son propiedades, no de sus dirigentes, sino de un individuo que, por antonomasia, agrega  su nombre al del partido. Identificados así  como el grupo de Fulano o de Mengano.
El otrora glorioso PRD, para citar un caso, ha devenido tristemente en el PMV, esto es el Partido de Miguel Vargas.
La propuesta planteada por consenso en el PRM rompe el esquema atrasado, cerrando las puertas al caudillismo político y abriéndolas a una nueva generación con ideas frescas, afines con estos tiempos. Nadie discute la capacidad y actualizadas visiones políticas en Paliza, Geanilda, Lugo y Carolina. Las demás candidaturas  son más de lo mismo, para no decir otra cosa.
No apreciar ni valorar el momento que vive el PRM, que culmina el 18 de febrero, es desconocer su carácter estelar y valor historio. Acordada o no, la propuesta de Luis Abinader e Hipólito Mejía da paso a una nueva generación, solución vital que las bases y organismos intermedios sabrán aquilatar a la hora de escoger a los dirigentes que administrarán el magno compromiso del 2020. El efecto reflejo de este fenómeno se verá en presiones a lo interno del PLD.
Todo no es color de rosa en tan comprometida y necesario cambio de dirección. Ningún reestructuración es  fácil, sobre todo cuando choca con intereses particulares y posiciones con vocación de hacerse inmutables.  Reacciones naturales de resistencia que, superadas, se verán  reflejadas en un dinamismo y entusiasmo provocador de nuevas ideas. Una cuestión de tiempo.
El mando horizontal, con una amplia participación de los cuadros intermedios y las bases –fórmula en la  que coinciden Paliza, Geanilda y Carolina-, compromete, asimismo, una renovación  generacional en todo el país.
Por tanto, esta tendencia debe llegar al más apartado rincón. La obra quedaría inconclusa  si sólo vemos caras nuevas arriba, mientras el resto de las estructuras permanece rezagado. Para que sea encomiable, sin reparo, el  consenso Luis-Hipólito debe ser integral y abarcador, de pies a cabeza.
JPM



Reelección y libertad hoy

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                            Escritor, poeta y profesor universitario. ANDRES L. MATEO
El cántico de la reelección es la saga maldita de la historia dominicana. (No en balde ocupa hoy el centro del activismo político dentro del partido oficial). Y es, además, el instrumento mutilador de los márgenes de libertad alcanzados por los dominicanos. Colocado en el centro de su propia vida, la libertad es esencialmente la satisfacción de todas las necesidades del sujeto, materiales y espirituales; en el seno de la cual decide situar sus actos. Los marxistas acuñaron una idea de la libertad que siempre cito, y aunque provenía del pensamiento de Hegel, daba una idea gnoseológica de lo que puede considerarse un acto de libertad. “-La libertad es la conciencia de la necesidad”-decían. Y es así. Lo que le da un carácter conmovedor a la libertad es actuar sin condicionantes, algo que han impedido históricamente en nuestro país el clientelismo, el autoritarismo, la pobreza material  y  la corrupción.
¿Por qué la reelección de Danilo Medina se pinta ahora como la “continuidad del progreso”, “el encomio de un imprescindible”, “la fábula impura de un predestinado”? Simplemente porque toda propuesta de reelección quiere hacernos confundir la memoria con la imaginación, y obligarnos a creer que el predestinado es la Patria, que todo pende de ese mito feliz que nos salvará. Este aspaviento de un ambicioso más creyéndose insustituible es  la continuidad de la historia nacional. Horacio Vásquez se exponía al ridículo de ser “La virgen de la Altagracia con chiva”, perdiendo la cualidad histórica de las cosas,  y renunciando así a su propia convicción antireeleccionista que desplegó con saña en la manigua dominicana. Buen ejemplo, porque fue sobre los despojos del horacismo que se abrió ese torbellino clásico de la vida cortesana que justificó toda la desmesura que el trujillismo clavó en la historia. Y fue el trujillismo el que nos legó a Balaguer embutido en el don divino de ser un Ángel celestial al que le estorbaba la tierra; y éste a su vez nos legó a Leonel Fernández, quien se disfrazó  de nuestro “destino”, y todavía, descuajeringado, seco y caprichoso; sigue siendo una sombra temible. Y después vino Hipólito y se llevó de encuentro la única conquista tangible de José Francisco Peña Gómez: prohibir constitucionalmente la reelección. Y volvió Leonel, y vino Danilo Medina, y volvió Danilo Medina y se llevó de encuentro también el precepto constitucional que prohibía la reelección. Y ahora, zorruno, se lo quiere llevar de nuevo.
Una de las aventuras más difíciles que se pueda emprender en la República Dominicana, es la de construirle argumentos originales a la reelección. La reelección es siempre la misma cantaleta.  Pero lo que no se puede poner en duda es el hecho de que es el dinero público el que financia las ambiciones de poder del “providencial”. La triste contabilidad de la mentira de este país nos enseña que la libertad es la primera baja de la ambición desmedida del poder. Porque se explota despiadadamente la miseria, la ignorancia; porque los lazos que me unen al mundo real lo adulteran con propaganda, con mentiras; porque nos cosifican en el todo inmutable de la frustración. Y nos manipulan con el bálsamo clientelista. Y nos ponen a depender de  la pasta divina del héroe. Aunque  la única manera de ser libre reside en la elección de un acto que no brota del temor, de la miseria material, o de la ignorancia. Lo opuesto de la naturaleza falsa del sufragio que impulsa la reelección. Es nuestra historia, ha sido y es nuestro designio.
La República Dominicana es una nación secuestrada. El PLD es un partido-estado y Danilo Medina, como Leonel antes,  son un proyecto de dominación a largo plazo. La ambición de Danilo  no tiene límites. El Danilismo no tiene sucesor, y el propio Danilo Medina es la alternativa para detenerlo dentro del propio PLD. Si Leonel Fernández accede al poder nuevamente, Danilo Medina que se despida del sueño de volver a gobernar. Esa es la base del pujo reeleccionista, la necesidad del grupo de Danilo de preservar el poder. Nada que parezca extraer fuerza de un bello ideal interior, nada que nos obligue a ver a un Danilo Medina transportado a la región de una humanidad superior, ninguna luz sobrenatural que lo aspire. Porque el cántico de la reelección es el mismo, la saga maldita de la historia dominicana, la corrupción desenfrenada; y cierto despojo de la libertad.


¿Acaso nos interesa que Trump invierta en nuestro país?

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                                                        Economista e historiador. 
Cosas que el presidente Donald Trump está proponiendo y defendiendo perjudican mucho a la República Dominicana.
El 90% de todos los dominicanos que han logrado obtener residencia americana lo han conseguido a través del mecanismo de unificación familiar por medio del cual alguien que ya es residente pide a hijo, cónyuge o nieto. Trump le ha puesto el mal nombre de inmigración “en cadena”. El entonces congresista y hoy procurador general Jeff Sessions, fue de los primeros en atacar esa ley, vigente desde 1965, aludiendo específicamente a la unificación familiar entre dominicanos. Trump quiere sustituirla por otra por medio de la cual existiría un sistema de puntajes según el nivel de educación y destreza del solicitante, lo que daría fin al grueso de la migración dominicana hacia Estados Unidos, para perjuicio de los flujos de remesas y auspiciando familias separadas con el subsecuente daño moral.
Antes de Trump asumir la presidencia, los únicos deportados que nos llegaban eran los que habían cumplido sus sentencias en las cárceles. Ahora, también nos llegan indocumentados que son capturados en sus apartamentos, lugar de trabajo o simplemente en las calles y otros lugares públicos.
Unos ocho mil dominicanos que llegaron como niños a Estados Unidos sin documentación y que forman parte de los llamados “soñadores”, o DACA, corren el riesgo de ser enviados a la República Dominicana, perdiendo así el empleo que actualmente tienen en Estados Unidos, regresando a un país donde no tienen raíces. El construir el muro en la frontera mexicana nos perjudica ya que la migración ilegal fronteriza y el flujo de drogas se movería hacia la otra frontera representada por el Canal de la Mona.
Una medida ya puesta en vigencia por Trump y que nos perjudica es el nuevo paquete impositivo, pues estimula la repatriación de capitales y dividendos. Eso afecta a nuestra balanza de pagos y desalienta nuevas inversiones norteamericanas.
A pesar de todo lo anterior, el gobierno de Danilo Medina quiere que la familia Trump invierta en turismo en nuestro país, y para eso ha obligado al ministro de Turismo a modificar las normas que han sido responsables del gran éxito del turismo tanto en la zona este, donde llega el 65% de todos los turistas, como en Puerto Plata y Playa Grande. Esas normas limitan las construcciones a una cantidad de pisos equivalente a la altura de las matas de coco. Todos los hoteles, principalmente españoles, y residencias en esas zonas cumplen con esas buenas normas, lo que ha evitado la arrabalización de las playas como ha ocurrido en España y Cancún. La nueva norma del ministerio de Turismo, objetada por Asonahores y por los españoles dueños de hoteles permite torres de hasta 21 pisos de altura.
La familia Trump, al asumir este la presidencia, declaró que no haría nuevas inversiones excepto en proyectos ya iniciados.
En nuestro país Trump prestó su nombre, mas no puso dinero, para una venta de solares en el farallón de Cap Cana, cuyos dueños no le pagaron su comisión y Trump tuvo que someterlos a la justicia, aquí y en el extranjero, hasta que pagaron.
Fue el Banco de Reservas, léase el Estado, el que tuvo que ejecutar esos solares los cuales, en su gran mayoría todavía le pertenecen.
El nuevo cabildero dominicano en Washington, a quien le paga el Estado dominicano y quien nunca ha ejercido esa profesión, pero que sí es amigo personal de Trump ha sugerido que la organización Trump invierta, “dando su nombre”, en torres de 20 pisos en Cap Cana, lugar que fue visitado por el hijo de Trump poco después de su padre asumir la presidencia, alegando, presumimos, que puede seguir invirtiendo allí por tratarse de un proyecto “viejo”, a pesar de la demanda judicial. La plata, presumimos, provendría otra vez de Estado vía el Banco de Reservas. El cabildero lo que empuja es un proyecto para que su amigo gane más dinero.
Para estimular al señor Trump, cuyas iniciativas presidenciales tanto nos perjudican, a que ponga su nombre (no plata) a torres de veinte pisos, nuestro presidente ha ordenado modificar la norma responsable del éxito del turismo en nuestro país. El complejo de Guacanagarix lamentablemente se mantiene.

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