jueves, 11 de noviembre de 2021

Turismo en RD puede colapsar si no se adapta a cambio climático

 

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SANTO DOMINGO, R. D.- Las costas de República Dominicana pueden verse devastadas por el cambio climático, despojando al país del turismo, «columna vertebral» de su economía, explica su máximo responsable climático en Glasgow, pidiendo a la COP26 ayuda financiera real para adaptarse.

Por su ubicación en el Caribe y su condición insular, República Dominicana está «entre los países que más pueden ser perjudicados por el cambio climático», dice Max Puig, vicepresidente ejecutivo del consejo nacional para el cambio climático.

De violentas tormentas a incremento del nivel del mar, el país realizó estudios de modelización según los diferentes aumentos posibles de la temperatura global, del por ahora inalcanzable +1,5 ºC hasta el +2,7 ºC al que se encamina el planeta si no se acelera las acciones.

«Sabemos en los diferentes escenarios cómo van a ser afectadas las diferentes costas y por consiguiente las diferentes playas» y «cuáles lugares tienen que ser descartados, cuáles habilitados, cuáles deben ser protegidos», explica.

«Ahora todo el mundo está muy contento de que haya playas muy lindas, pero al final ¿qué va a pasar? Puede significar la destrucción de la base fundamental de la economía del país, cuya columna vertebral es el turismo», afirma el excandidato a la presidencia en 2012.

Exministro de Medio Ambiente de 2004 a 2007 y de Trabajo de 2008 a 2011, desde el año pasado dirige el consejo nacional del cambio climático, organismo que busca dar una respuesta transversal al problema.

Pero «eso requiere trabajo de infraestructura, es decir inversión», afirma, reclamando que los países ricos cumplan en Glasgow «la promesa» hecha en 2009 en Copenhague y aún incumplida de aportar 100.000 millones de dólares anuales a las naciones más desfavorecidas.

En su opinión «es el gran tema de la COP26», pero aunque Puig querría que «este sea el año del cumplimiento de la promesa», un primer borrador de declaración final difundido el miércoles omitía toda fecha para la entrega de dicha suma, que ya debería haberse hecho efectiva en 2020.

«Esto va a generar una frustración, una quiebra de la confianza», advierte.

Evaluaciones objetivas 

Dejando muy atrás la incumplida suma de 100.000 millones de dólares, decenas de países de Latinoamérica, Asia y África pidieron que se aumente a 1,3 billones de dólares anuales a partir de 2030.

Puig considera que «en esto no deben funcionar las cifras mágicas», sino que «hay que hacer una evaluación lo más objetiva posible de cuáles son los costos de la mitigación y de la adaptación» con rigor en los cálculos.

Su país estima «necesitar 18.000 millones de dólares para el año 2030», una mitad para la reducción de emisiones y la otra para adaptarse a las catastróficas consecuencias del calentamiento. Actualmente la ayuda se distribuye en un 75%-25% respectivamente.

Denunciando unas «sociedades energívoras, devoradoras de energía», Puig reconoce sin embargo que el turismo dominicano depende del transporte aéreo.

«¿Y qué actividad hay más generadora de gases de efecto invernadero?», se pregunta, reconociendo que esta «es una de las grandes paradojas» de un problema en que no existen fórmulas fáciles.

Reconoce no tener la «solución a mano». Pero a los llamados de activistas como la sueca Greta Thunberg para que se abandonen los viajes en avión, considera que «el cambio climático no se resuelve a través de las soluciones puramente individuales» sino con el poder de los Estados.

En este sentido, destaca como «muy positivo» el regreso de Estados Unidos al combate contra el calentamiento tras los años de Donald Trump, que retiró a su país del Acuerdo de París de 2015.

Este retorno sucede además «en un momento de gran conflicto geopolítico de Estados Unidos con China», segundo y primer emisores mundiales respectivamente, señala.

Y considera que la competencia entre Washington y Pekín puede hacer que «lo que era un círculo perverso» bajo el negacionismo de Trump «dé lugar a un círculo virtuoso», como lo demuestra la inesperada declaración del miércoles en que ambos países afirmaron querer reforzar conjuntamente la lucha contra el cambio climático pese a sus profundas desavenencias en otros campos.

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