
Salvo el caso del niño de dos años que murió tras ser arrastrado por una cañada en San Juan y la jovencita que cayó en una alcantarilla en San Cristóbal, los efectos de las lluvias no han sido tan trágicos como en otros tiempos.
En las últimas horas se habían reportado 135 viviendas afectadas y 35 comunidades aisladas por las crecidas de ríos, arroyos y cañadas a causa de los torrenciales aguaceros.
Si bien en la capital las autoridades edilicias tomaron prevenciones, la realidad es que siempre que llueve mucho afloran las precarias condiciones en que vive un amplio número de familias.
Las calles se inundan de tal modo que las familias tienen que proteger sus enseres como pueden para evitar que se les dañen y en otros casos abandonarlas en lo que la situación mejora.
Además de las viviendas afectadas y las comunidades aisladas, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE) reportó que alrededor de 700 personas fueron trasladas a áreas seguras, 36 acueductos estaban fuera de servicio y 379 mil viviendas sin electricidad.
Pese a las prevenciones, las precariedades demográficas afloran desde que llueve con ligera intensidad, evidenciándose necesidades ancestrales que constituyen verdaderos desafíos para las autoridades.
Pero, aunque sean como paliativo, las prevenciones son importantes para lidiar con la dura realidad.
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