Desde su primer titular, el coronel Miguel A. Román hijo, que asumió el 2 de marzo de 1936, hasta su actual incumbente, el mayor general Eduardo Alberto Then, la Policía ha tenido 73 oficiales en el eslabón superior de la cadena de mando.
A los 72 “jefes” de Policía que antecedieron a Then jamás les tocó encarar una misión interna tan compleja como la delegada a este oficial de 62 años, para sanear a un componente de 36,968 miembros y conducirlo hasta una reconciliación con el pueblo.
Nadie más que él para estar al frente de estos cambios, porque fue justamente una víctima de abusos en su propia Policía, que el 16 de agosto de 2010 le puso en “retiro forzoso”, con disfrute de pensión, bajo el infausto alegato de “antigüedad en el servicio”.
Para entonces tenía 51 años de edad y 27 en servicio policial activo, por lo que su retiro por antigüedad no cuadraba con lo estipulado en la Ley de la Policía Nacional.
Recorrió varias instancias hasta llegar al Tribunal Constitucional, que le favoreció con una sentencia y ordenó su reintegración.
Ahora, su tarea no será fácil, aunque la determinación de este hombre tiene pocas comparaciones y ya juró que cumplirá la misión que le confió el presidente Luis Abinader.
Nacido en San Francisco de Macorís el domingo 25 de octubre de 1959, cuatro meses y 11 días después del desembarco de la expedición guerrillera del 14 de Junio, el general Then tiene un encomiable breviario policial.
A propósito de octubre, este tiene triple significado para ese oficial: el 17 de ese mes fue designado en el cargo, el 25 es su fecha de cumpleaños y el 28 es el día de San Judas Tadeo, el patrón de la Policía.
Tras una extensa carrera policial de 38 años, que inició en 1983, lo ha hecho todo, hasta alcanzar el grado máximo de dirección de la Policía y convertirse en el primer oficial al frente de la reforma integral del ente.
Sin hacer mucho ruido, llega al tope del cargo cargado de relatos y resultados de sus desempeños como comandante.
Solo algunos ejemplos: En Baní, Then dormía en la sede policial, desde donde atacó sin pausa a los “pejes gordos” de las drogas, llevó buena parte de estos a prisión, mientras otros criminales y delincuentes tuvieron que abandonar la población. Y retornó allí la tranquilidad.
Se ganó el corazón de los banilejos durante su mando en la ciudad, donde uso retroexcavadoras que hicieron añicos, con sus filosos dientes de metales, los grandes puntos de droga.
En Santiago comandó cuatro veces y en el Este lo bautizaron con el alias “El Amansa Guapos”, el nombre de un arbusto muy común en Cuba que sirve para calmar los ánimos.
Ha sido el único general que ha dirigido dos direcciones, Santiago y San Francisco de Macorís, simultáneamente.
Ahora, más de 10 millones y medio de habitantes, de entre estos más de 5,259, 600 hombres y al menos 5,275, 800 mujeres, según estimaciones en proyección a 2021 de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), están atentos a cuanto haga el alto rango policial.
La gente quiere una policía vigorosa, firme contra la delincuencia, pero, sobre todo, que le cuide y proteja sus vidas y bienes.
En apoyo a esa inquietud, el director de la Policía responde así, siempre: “Yo defiendo a la gente seria y responsable”. Y respecto al clamor de acción, subraya: “La población sabe contra quién pide mano dura”.
Hay un aire de cambio en el ambiente policial, aunque existen algunos bolsones de resistencia entre algunos que aún no entienden las leyes del fluir y cambio de todo lo existente.
Hace mucho que en ese cuerpo germinó una pillada que se coaligó con el delito, corroyendo reglamentos, leyes y código de disciplina, para beneficio de grupos y rangos, aislando a “los buenos policías” a que se refiere el general Then, esos que ahora están en línea para la batalla contra esos males y dejar atrás su oscuro pasado.
Todo cambio es algo nuevo, sea bueno o malo, pero es te cambio es inevitable para que esa institución pueda seguir de pie, y fluir.
Haber entregado a Eduardo Alberto Then el encargo de conducir este proceso no es solo un mérito y prestigio para este oficial, su familia y su institución, sino para la imagen universal del país.
La Policía está ahora lista para dar el gran salto y dejar atrás un prontuario oscuro que la colocó a las puertas de la degeneración, incapaz de lidiar con “la sociedad buena”, la frase acuñada por este oficial francomacorisano.
Ahora es su tiempo para construir, sin perder la orientación de su foco. El cambio es esperado por todos, pero es la gente en pobreza la más beneficiada.
Atiende más a los pobres
Los hechos demuestran que, aunque la Policía está para proteger a todos los ciudadanos, sin distinción de clases, en la práctica atiende a los más pobres.
Son los que llegan a la Policía a presentar denuncias o pedir protección, mientras los de poder económico envían a un abogado, pagan a compañías privadas de seguridad o resguardan sus viviendas y negocios con accesorios tecnológicos. El pobre no tiene otra salida que buscar auxilio policial.
Cuando un ciudadano va a la Policía espera encontrar allí apoyo y ayuda inmediata. No tiene otra garantía que la protección de los servidores a quienes paga para eso, con sus aportes en impuestos.
Cuando esa policía actúa y respeta la dignidad y los derechos humanos de los ciudadanos, con eficacia y apegado a la ley, el sistema policial gana fortaleza y poder y se agranda el espacio de convivencia social.
En efecto, cuando hay una respuesta a un evento ocurrido y la policía acude con prontitud y maneja cada caso con transparencia, con justicia y equidad, el respeto a la ley, las normas de procedimiento y los derechos, la imagen policial gana terreno.
Igual ocurre con la prestación de auxilio a afectados, a las víctimas, la captura de los autores de un delito, y una gestión precisa traducirlos a la justicia.
Su misión es salvaguardar la seguridad ciudadana, prevenir y controlar delitos, perseguir e investigar infracciones penales, mantener el orden público, proteger vidas, la integridad física y la seguridad de las personas.
También es su deber garantizar el libre ejercicio a los derechos y libertades.
Cuando la gente aprecia su trabajo, ahí empieza el apoyo a su eficacia. Cuando no, se queja y denuncia, y pierde confianza en su institución.
La capacidad de adaptar a la Policía a este proceso de reforma dependerá de la destreza de su jerarquía, aunque siempre aflora el temor de que esos cambios puedan ser alterados al arribo al poder de nuevas fuerzas políticas o que eliminen golpe a golpe esas conquistas.
Entonces, algo así sería como dar un paso atrás, a menos que el pueblo esté siempre despierto, y no lo permita.
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